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Halloween:

Una gran secuela con momentos de tensión y gore que los fans amarán.

Después de 40 años, Michael Myers regresa en una secuela aprobada, producida y asesorada por John Carpenter para recordarnos por qué Halloween es la reina de las franquicias de slashers. Con escenas explícitas, gore y varias matanzas, esta cinta cumple la expectativas que todos los fans esperaban.

El asesino serial ha estado en cautiverio por cuatro décadas tras matar a cinco personas y la única sobreviviente fue Laurie Strode, quien sabiendo que se enfrentó a la maldad en carne propia se ha refugiado en las armas, el combate y el alcohol para mantenerse cuerda –o algo así–, sabiendo que el reencuentro es inminente.

Un par de periodistas quieren hacer un documental acerca de aquel trágico suceso y descubrir cuál es el motor que mueve a Michael, ya que en todo este tiempo no ha dicho palabra alguna acerca de sus motivos o intenciones, durante todos estos años ha permanecido en ese silencio tan perturbador que lo caracteriza. Como ya sabemos, este dúo sólo viene a irrumpir la paz que reina en Haddonfield cuando le muestran la máscara al protagonista. Su vieja amiga y leal compañera ha sufrido el paso del paso del tiempo y se ha vuelto aún más terrorífica. El homicida logra escapar y una nueva ola de asesinatos comienza.

La cinta es inquietante desde el inicio con elementos que recuerdan al expresionismo alemán y la esencia de Michael se mantiene todo el tiempo. Su silencio, su andar, es impredecible –nunca sabes en quién va a enterrar su cuchillo y a quién va a pasar de largo– y sobre todo, creativo –sus armas y formas de hacer sus delitos siguen siendo prácticas y originales, un martillo, un cuchillo o sus manos son suficientes para sus cometidos. De todos los asesinatos que perpetúa durante esta noche de Halloween, ninguno se repite, aunque varían en grado de crueldad.

Lo mejor es que, aunque la mayoría de la película presenta escenas explícitas con huesos quebrados, dientes arrancados, uñas encajadas y ojos desorbitados, hay exquisitas y mágicas ocasiones en que no vemos cómo está matando a su víctima, sólo escuchamos el sonido de la carne siendo machacada o alguna parte del cuerpo azotada contra algo pesado y macizo, y eso le agrega un grado más de terror al guión, ya que todo depende de lo que imagine la audiencia.

La presencia de Michael es perturbadora por sí sola, pero la cinta se divierte con ciertos elementos que nos hacen sentirnos acosados desde cualquier ángulo. Además de las sombras y oscuridad, están lo juegos de luces y acercamientos clave a la máscara/rostro del asesino que te pondrán la piel de gallina.

Del otro lado está Laurie Strode quien tras los eventos traumantes de su juventud, no ha hecho más que prepararse para este momento, sacrificando dos matrimonios y la relación con su hija, Karen (Judy Greer) y nieta, Alysson (Andi Matichack). Pero no hay arrepentimiento porque ella sabe que su rival tarde o temprano va a llegar. Es así que vemos a una protagonista madura, que ya no improvisa su salvación como vimos en la cinta de 1978, ahora está lista. Ha aprendido a utilizar armas y combate cuerpo a cuerpo, y ha hecho de su casa un fuerte/trampa. Esto hace que el título realmente se sienta como una secuela, ya que vemos una evolución de este personaje que no está presente, por ejemplo en Michael, el cual no fue modificado precisamente para mantener esa esencia que lo hace monstruoso.

A pesar de que ambos personajes saben que los dos no caben en este mundo, pareciera que el quererse enfrentarse y matarse es lo único que los mantiene con vida. Mutuamente son su obsesión existencial; Michael sabe que escapará tarde o temprano, e irá tras ella y Laurie ha moldeado todos estos años a partir de ese precepto. Son rivales y por tanto iguales, ambos tienen las mismas posibilidades de sobrevivir y esa relación es fascinante.

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