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"Pastorela" Logra superar la barrera de la comedia importada.


Por Cristina Bringas

La comedia es un género que para muchos es difícil de manejar. Hacer reír es una gran cualidad y lograrlo, aunque parezca fácil y natural, puede resultar sumamente complicado. En el cine mexicano, esto se vuelve evidente cuando cuesta trabajo encontrar películas del género que logren “cuajar” ya que la mayoría no generan risa, se sienten acartonadas y vacías y están normalmente llenas de diálogos que no conducen a nada, con actuaciones que demeritan mucho la calidad general de la cinta; es como si quisieran copiar los modelos extranjeros de comedia, pero que al ser tropicalizados o adaptados pierden su sentido y gracia.

Emilio Portes (Conozca la cabeza de Juan Pérez, 2008) es uno de esos pocos cineastas que ha logrado superar la barrera de la comedia importada, para proveer a las salas mexicanas de algo diferente que oscila entre el humor negro, la ironía y la crueldad, mezcladas con idiosincrasia mexicana.

En ésta, su segunda película, Portes utiliza un tema cotidiano muy socorrido para estas fechas, que viene de una tradición popular (antes, con fines completamente de adoctrinamiento) y que año a año se vuelve una actividad obligada a lo largo y ancho del país: las pastorelas. Éstas, en un principio, fueron creadas y utilizadas por los evangelizadores para enseñar sobre la llegada de Jesucristo al mundo, así como establecer la diferencia entre el bien y el mal. Siglos enteros han pasado desde que se comenzó a utilizar esta representación. Actualmente, hay un sinnúmero de opciones, géneros, formas y libretos que han modificado la tradición hasta convertirla en un espectáculo muy alejado de su función original. Lo que tal vez no ha cambiado es la pasión con la que algunas personas viven esta experiencia: durante meses enteros, en muchos rincones de México, se preparan para recibir la Navidad, organizar las posadas y, por supuesto, representar la pastorela.

Es justamente éste, el móvil de la película de Portes: el agente de la policía judicial, Jesús Juárez, peleará hasta su último aliento por ser el “Diablo” de la historia, ya que el nuevo párroco de la comunidad lo ha destituido, injustificadamente, de su papel.

Aunque suene insulso, la película posee la combinación necesaria para permanecer unas cuantas semanas en cartelera. En la cinta se satirizan los personajes de la representación y también las personas que son partícipes de la historia dentro del film: es así que podemos ver a un judicial prototípico, al “amigo” inútil, a una monja seductora, al jefe de la policía y al cura corrupto, entre otros.

No cabe duda de que el mexicano se sabe reír de sus desgracias y de sus verdades, y en Pastorela, el director lo hace patente por completo: las carcajadas se dejan escuchar en la sala ante las acciones que son llevadas a cabo a lo largo de la historia, pese a que muchas de ellas muestran situaciones que, en otro contexto o género cinematográfico, serían consideradas como “desgracias”.

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